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La historia poco contada

Semana santa de antaño

Charallave, 13/4/2022 Al igual que ahora, la Semana Santa comenzaba justamente cuarenta días después del miércoles de ceniza, con el Viernes de Concilio, día en que salía en procesión la Virgen María, La Dolorosa…, un poco antes de las 7 de la noche, subían al campanario de la iglesia, los monaguillos encargados de dar el primer repique de campanas, que anunciaba que en menos de una hora, la procesión comenzaría a recorrer las calles, acompañada de la música Sacro Santa, interpretada por los músicos del pueblo: Don Eulogio Serrano, Vicente Blanco, Gustavo Farrera, Rivas, Moisés Serrano, Gerardo Meza, Luis “maravilla” Serrano, Guillermo Figuera, entre otros.


Los cargadores del Santo, tardaban entre dos y tres horas para hacer el recorrido acostumbrado, hasta la llegada final que era precisamente en la iglesia… por su parte, “los dueños del santo”, (recordemos que a los encargados del Santo se les llamaba así: “los dueños del santo”) ellos se esmeraban para vestir lo mejor posible a la Virgen María “La Dolorosa”, para esto, durante todo el año, recogían colaboración entre los socios, para cubrir los gastos de flores, velas, músicos y hasta los palitos de ron o guarapita para los cargadores del Santo… entre los dueños del Santo, es decir, los encargados de la Dolorosa, estaban, Ana María Martínez y estela Pérez de Martínez, que sin duda, se esmeraban para que finalmente saliera en procesión el viernes en la noche.


Ya pasado el Viernes del Concilio, los feligreses esperaban con entusiasmo la misa del Domingo de Ramos, que comenzaba generalmente a las 8 de la mañana, allí, en la Misa de Ramos, en presencia del Jefe Civil, quien era la máxima autoridad del pueblo, el Cura Párroco procedía a bendecir las palmas, que por cierto, las traían de las zonas montañosas de Ocumare del Tuy, y al terminar la misa, cada quien se llevaba a su casa unos ramos de Palma Bendita, que casi siempre lo colocaban en el zaguán de la casa, detrás de la puerta principal al lado de una penca de sábila, otros la colocaban en el altar de la casa, acompañando la lamparita de aceite, y la usaban en cruz cuando estaba relampagueando, disque, según los creyentes, para alejar los truenos y relámpagos.


A las 7 de la noche de ese Domingo de Ramos, comenzaba nuevamente el “repicar de campanas”, que anunciaba la salida de “Jesús en el Huerto”, que era arreglado por Natividad Meza, Luis Meza y el viejo Ricardo Vegas.


Antes y durante las procesiones, era ya costumbre, ver algunos muchachos de trece, catorce y quince años, ya grandotes y zagaletones, vendiendo las velas para alumbrar al Santo, las grandes las vendían en una locha, y las pequeñas a tres por locha, pero además, la dulcería criolla no podía faltar en aquella vieja Plaza Bolívar, gente del pueblo vendiendo las arepitas dulces, la chicha criolla, el carato de maíz, la refrescante tizana…, Luis Higuera con sus deliciosas cotufas, Pachequito con “Las Lapas”, La Negra Felicia con sus cucuruchos de maní, “Mercé” con sus raspados multisabores, alrededor de la vieja Plaza Bolívar, de aquella misma Plaza que veía pasar insistentemente a las hermosas mocetonas, dando vueltas y vueltas a la espera de un “piropo” de uno de esos patiquines enamorados.


Las procesiones continuaban al siguiente día, es decir el Lunes Santo, con la imagen de “Jesús atado a la columna”, o el “Santo de los Presos”, como también se le conocía, y era preparada por Andrés Avelino Vargas, Daniel Marrero y Beatriz Marrero de Martínez, pero era muy curioso ver, como un grupo de hombres en el pueblo, pagaban promesa ante Jesús atado a la columna, se quitaban la camisa, se hacían amarrar con mecates o con cadenas, y cuando la procesión llegaba justamente a la prefectura, los pagadores de promesa le pedían a los policías que le dieran unos planazos de machete o unos peinillazos por la espalda o por el pecho, y los policías, ni cortos ni perezosos, se aprovechaban de la situación, y esto lo hacían, para que durante todo el año no se vieran involucrados en ningún acto desagradable con la justicia, pero al final, estos pagadores de promesas, eran los que más problemas tenían con la policía durante todo el año.


La Humildad y Paciencia, es decir, la Procesión del Martes Santo, era preparada por Guillermo Lamont y Antonio Jesús Bello, sin duda, se esmeraban para que luciera espectacular, adornadas con flores traídas desde Galipán…, la mayoría de las procesiones en aquel viejo pueblo, salían dos veces, una en la mañana bien temprano, generalmente desde el Pueblo Abajo, hasta el Templo Santo, y la otra, en la noche, a eso de las 8 de la noche, desde la Iglesia, con su recorrido acostumbrado, y su llegada de nuevo al Templo casi a media noche.

Durante toda la Semana Santa, o Semana Mayor, estaba prohibido, entre otras cosas, comer carne, solo se permitía comer pescado, bien fuera salado, frito, o en sancocho, tampoco se podía lavar, ni siquiera barrer la casa, porque según las creencias, se estaba barriendo el Cuerpo de Cristo…, y lo más insólito de todo, era que estaba prohibido durante la Semana Santa, tener relaciones con su pareja, porque según los viejos de antes, las parejas podían convertirse en sirenas, vaya Ud. a saber.


El Miércoles Santo, algunos devotos del Nazareno, pagaban promesas vistiéndose con una túnica morada, y generalmente descalzos, así descalzos, sosteniendo la vela con la esperma derretida que corria por sus manos, acompañaban al Nazareno hasta casi la media noche…, entre los encargados del Nazareno en aquel viejo Charallave, encontramos a Encarnación Arroyo, Carlitos Carvallo, Reyna González de Carvallo, José Manuel Méndez (el Negro Méndez), José Figuera, Francisco Gutiérrez y Víctor Samuel Arocha, entre otros, quienes sin duda alguna, se esmeraban para mostrar a los feligreses un Nazareno cada vez más auténtico… no podemos dejar de nombrar a Carlos Lovera, quien era un violinista, extraordinario músico por excelencia, pero además, un gran ebanista, quien junto a Vicente Blanco y a un grupo de artistas restauradores, según testimonio del desaparecido amigo Rómulo Lovera, fueron los que hicieron el Nazareno y el Cirineo de busto grande, con la mejor madera que podía conseguirse en Los Valles del Tuy.


Existía una costumbre muy curiosa en aquella Semana Santa de antaño, en la cual las procesiones estaban encabezadas, en primer término, por el Cura del pueblo acompañado de los monaguillos, luego le seguían “los dueños del Santo”, más atrás dos filas bien ordenaditas: una fila de hombres alumbrando el Santo, con el Jefe Civil a la cabeza, y otra fila de mujeres, representada por “La Sociedad de las Hijas de María”, y posteriormente siguiendo al Santo estaba toda la feligresía.


Continuaba así la Semana Santa en nuestro viejo pueblo, y llegábamos al Jueves Santo, la procesión del Santo Cristo, quizás, era la más imponente y elegante, su presidente Miguel Zurita, quien era acompañado por Pedro Antonio Méndez , José María Hernández ,Carmen María Roche de Delgado, Reyna Roche y Víctor Manuel Delgado, por cierto, que el cristo que hoy vemos el Jueves Santo, fue traído de España en el año 1774, es decir, hace casi dos siglos y medio, pero ha sido muy bien cuidado y conservado a través del tiempo.


Así tenemos que Pedro Oropeza, José María Pérez, Samuel Pérez y Rosa de Vargas, eran los encargados finalmente del Viernes Santo y la procesión del Santo Sepulcro, que era por cierto la que imponía mayor respeto…, ese día, Viernes Santo, era muy común arrancar la mata de brusca para guardarla en la casa, al igual que la mata de sábila, para colocarla detrás de la puerta, porque esto, según los viejos de antes, servía para contrarrestar las malas influencias.


Y de aquí, del Viernes Santo, solo quedaba esperar el Sábado de Gloria y el Domingo de Resurrección, es decir, la Misa de Gallo el sábado a media noche, y la esperada Quema de Judas, el día domingo, día en que se le sacaba los trapitos al sol a mucha gente del pueblo, durante la lectura del testamento de Judas, por supuesto que todo esto era en broma.


Así transcurría la Semana Santa o Semana Mayor en el Charallave de aquellos tiempos, en aquel Charallave de antaño, por suerte, parte de esas tradiciones y costumbres, aún se mantienen gracias a la perseverancia de la gente de Charallave, de la constancia de nuestras familias por conservar lo nuestro, otras, por desgracia, ya desaparecieron y pasarán a formar parte de esa Historia poco contada.



FUENTE ORIGINAL DE INFORMACION:


ROMULO LOVERA(+)


Juan Quintana

juanjquintanag@hotmail.com

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