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Reflexiones de Rosalinda

“Sé que es malo, pero… ¿Qué hago?”

Los Valles del Tuy, 31/05/2022 Me encontraba exhalando una exquisita bocanada de humo mientras hablaba con mi amiga Mary en la cocina de su casa. De repente miró hacia la ventana y me dijo: “amiga, llegó tú esposo”. Rápidamente, apagué el cigarrillo, le quité el envase de desinfectante que tenía en su mano, tomé un buche, enjuagué mi boca y posteriormente lo esparcí en mi cuerpo tal colonia. A mi esposo no le gustaba que fumara, por eso casi que me enveneno.

Generalmente, cuando alguien me decía que no fumará porque hacía daño, contestaba de mala manera, “sé que es malo, pero… ¿Qué hago?” A pesar de tener una condición respiratoria por una neumonitis que había sufrido, no dejaba de fumar. Mis hijas, esposo y hasta mi madre (quien fue la que me hizo enviciarme circunstancialmente por ser fumadora), me pedían que dejará de hacerlo, pero las ganas eran más fuerte que el deseo.

En un momento de la vida me tuvieron que hospitalizar porque me dio una fuerte neumonía, en ese momento me dijo el neumonólogo que si seguía fumando me atuviera a las consecuencias, pues mis pulmones estaban llenos de calcificaciones producto de la neumonitis. Mi familia se asustó mucho, aun así, no dejé de fumar y lo hacía a escondidas.

No fue, sino hasta que a mi hija mayor le dio una terrible enfermedad, cuando le pedí a Dios que si se sanaba, ya no fumaba más. Hice esa promesa porque consideré que eso para mí era un tremendo sacrificio, cómo lo iba a cumplir... eso no lo sabía.

Apenas lo prometí, por cosas del mismo Dios, ese día recibí una llamada de un grupo de religiosos que dictaban un taller para dejar de fumar (imagino que alguien que nunca supe le dio mí número). Eso sucedió un día sábado y el taller iniciaba el lunes, me recomendaron que tratara de no fumar, chupara caramelitos cuando sintiera ganas y tomara mucha agua mientras iniciaba el mismo. Hice todo lo contrario, ese fin de semana estuve súperamargada, fumé por esta vida y la otra, de paso, me tragué una bolsa de caramelos.

El día lunes, me levanté como todos los días, tomé una taza de café y enseguida un cigarrillo, en la noche me fui al taller, el cual tenía una duración de 5 horas, una diaria. Me recibió un comité de bienvenida y me entregaron una botella con agua mineral y una bolsita con trozos de canela en rama.

Entré, hicieron la presentación de los especialistas, nos explicaron por qué la canela y el agua e inmediatamente pusieron una película sobre aquellos famosos vaqueros fumadores. Lo que vi, fue aterrador, tanto que al salir de esa sala, boté los cigarrillos que aún me quedaban y el encendedor, de eso hace ocho años, desde entonces no volví a fumar más.

Ellos me dieron las herramientas para dejar de fumar. Entendí que había sido una tonta al dejar que esa adicción dañara mi organismo por tanto tiempo. Además, comencé a oler mejor, hice nuevos amigos, todo tenía olor, sabor y hasta caí en cuenta que el amor también tenía un gusto particular.

Hoy en día mi hija y yo estamos muy bien y lo que consumía en cigarrillos ahora lo gasto en alimentos o cosas más productivas.

No te voy a pedir que dejes de fumar, solo averigua todo lo que causa el cigarrillo y que las ganas solo duran 3 minutos, si lo superas, habrás ganado una gran batalla.


Rosalinda González

rosalinda2507@gmail.com

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