No faltaba razón a quienes aseveraban este razonamiento en las baladíes conversaciones de la plaza, en el liceo, o en el estadio; que eran los sitios más frecuentes de mi juventud. Pero, nunca escuché algo referido al comportamiento del venezolano, bien sea en el territorio nacional o fuera de él. Con estar viviendo en el “mejor país del mundo” me conformaba; hasta que, después de adulto, tuve la oportunidad de saltar el charco y tener la ocasión de palpar de cerca la comparación…

Desde entonces el raciocinio comenzó a hacer lo suyo; y con mucho recato exigía explicación a quienes pregonaban, a viva voz, tal sentencia; sin quedar totalmente convencido del exacerbado entusiasmo de los interlocutores.

Ahora bien, si apartamos por un momento las riquezas materiales del subsuelo del país, sus playas, ríos y montañas, etc. Y profundizamos en la riqueza espiritual, el tesoro intangible de un ser humano, que pasa por el comportamiento del hombre en la sociedad; bien sea desde el rol de padre de familia, de líder conductor de masas, de administrador de la función pública o del erario nacional, corremos el riesgo de encontrarnos con la decepción, porque los hechos hablan por sí solos.

Qué Patria puede haber cuando en un Centro de Atención Integral de Salud se roban las medicinas para venderlas en la calle, dejando a los pacientes a merced de la muerte.

Si gradualmente subimos el nivel, de qué Patria estamos hablando cuando conocimos recientemente que, una persona que estaba presa, pagando una condena en una cárcel, tenía licencia para salir temporalmente y hacer conspicuos contratos para realizar espectáculos con artistas internacionales.

Cómo podemos alardear de la calidad de un país gobernado por quienes almacenan presos en los calabozos para canjearlos, como mercancía, a convenir en el momento adecuado.

Pero, para no salpicar al lector del tóxico pesimismo, sobre en el marco de estas festividades decembrinas, sería mezquino no preguntar: qué Patria es ésta, donde los empleados públicos del país tienen más de 600 días sin recibir un aumento salarial, sin que medie para ellos la autorización para discutir una Contratación Colectiva con el patrono, en desmedro de su calidad de vida.

Sin ciudadanos que convivan en una sociedad decente, no hay Patria; prevalece la iniquidad.

Rafael González

rafagonrg@gmail.com