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La historia poco contada

Primera oficina de teléfonos instalada en Charallave

Charallave, 2/6/2022 Para el año 1958, cuando Venezuela se encontraba convulsionada, por el recién derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, la oficina de teléfonos de Charallave ya estaba establecida formalmente, aunque evidentemente, no tenemos registros fehacientes de la fecha de su inauguración, o instalación, solo pudiéramos decir, a manera referencial, que para 1930, la empresa de origen inglés Venezuelan Telephone and Electrical Appliances Company Limited, ya proveía de servicio telefónico, desde Caracas a las poblaciones de Macuto, Puerto Cabello, San Juan de los Morros y Ocumare del Tuy, en ese mismo año 1930, nace Cantv, y adquiere las acciones de esta empresa inglesa.


Lo que sí está comprobado, es que la primera oficina de teléfonos de Charallave comenzó a funcionar justo en la esquina de la calle Independencia, cruce con la Calle Real, o Av. Bolívar, lugar donde hoy funciona la ferretería de Rómulo Méndez, allí permaneció justo hasta el año 1958 cuando fue trasladada a escasos 50 m, en la misma acera donde funcionaba la otrora Junta Comunal de Charallave, el antiguo colegio Coromoto, La Casa Mixta, y muy cerca de donde funcionó, durante muchos años, el sellado del 5 y 6, de Rafael Emilio Higuera, y para los de más corta edad, pudiéramos decir que esta oficina de teléfonos, funcionó, justo frente a la fuente de soda “La Burbuja” de Alejandro “Cubita” Luque, otro lugar de grata recordación en la década de los años 70.


Pero independientemente de su ubicación, estamos totalmente seguros de la inmensa cantidad de recuerdos que encierra esta antigua oficina de teléfonos de Charallave, con un sistema de comunicaciones que era sumamente sencillo, y que funcionaba a través de una Central en la cual se procesaban obligatoriamente todas las llamadas entrantes y salientes, con un control manual de clavijas que era activado por las operadoras de esa época, entre quienes recordamos a Graciela Ojeda, a mi suegra Trina Carvallo de Villaparedes, María Velásquez, Eladia Medina, la hermana de Tula y Gerónimo, recordamos también a Juana de Bandes y a Modesta Castro de Madera.


Después de más de medio siglo transcurrido, pudiéramos imaginarnos cuántas llamadas telefónicas desde la Botica Vargas, a los laboratorios o droguerías de Caracas, solicitando los pedidos cotidianos de medicinas, o las llamadas a Huelva (España), que hacia Juan Herves a sus familiares, o Eladio Vargas, desde el vapor (La Magdalena), comunicándose con Guillermo Guerra en el centro del pueblo, o con la Hacienda las Juajuitas, o la familia Dieminger, haciendo sus pedidos de materia prima para la Alfarería Metropolitana, o el Negro Méndez, Antonio Malo, Salvador y Raymundo Arú, llamando al Bar el Demócrata para apartar una mesa para una partida de dominó, o Juan Chiquín desde su bodega, en la calle Miranda, respondiendo a las llamadas telefónicas, como era su costumbre hacerlo, pero de una manera muy particular: “ajá…, yo aquí y ¿quién allá? “, sin duda alguna, infinidad de historias escondidas en aquella central telefónica de Charallave, a mitad del siglo pasado.

Hasta el año 1962 Charallave tenía registrado solamente la cantidad de 103 números telefónicos, que correspondían tanto a casas de familias, como a los comercios establecidos y oficinas públicas, por ejemplo, el número telefónico cero “0” correspondía a la oficina de la luz eléctrica, el no 5 a la policía, el numero 22 a la Bomba Gamelotal, el numero 70 al Hotel Italia, el 52 a la bodega de Chucho Matute , y a pesar de ser pocos, y estar tan cerca uno del otro, obligatoriamente todas las llamadas pasaban por la central telefónica.


Como dato curioso, se tenía la presunción (hasta que se demostrara lo contrario) de que la operadora o telefonista de turno, dependiendo de su habilidad, o más bien de su picardía, podía, si así lo quería, interceptar las llamadas telefónicas, es decir, podía escuchar sigilosamente, las conversaciones privadas que se hacían internamente en el pueblo, o las llamadas de larga distancia, hacia la capital del país, ya que todas las llamadas pasaban por esa central, pero para muchos charallavenses eso representaba algo así como una especie de “confesionario publico obligado”, donde se corría el riesgo, de que además de las conversaciones rutinarias, los pecados cometidos, los chismes pueblerinos, o simplemente una declaración de amor, quedara, no solamente entre dos personas, sino entre tres, incluyendo a la operadora de teléfono.


Solo imaginemos por un momento, cuántas conversaciones y cuántos secretos de amor quedaron guardados para siempre entre la persona que llamaba, la que recibía la llamada, y la operadora de teléfonos, nos imaginamos que fueron muchísimas las historias que quedaron ahí guardadas, en aquella vieja central telefónica de los años 50, seguramente, historias poco contadas, de aquel Charallave de antaño, de aquel hermoso pueblo, que hoy muchos de nosotros recordamos con nostalgia.


Fuente Original: Modesta Castro de Madera


Juan Quintana

juanjquintanag@hotmail.com

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