Miércoles, 24/4/2024 Cuando estudié en la escuela mi maestra nos enseñó algo muy bonito. Ella nos decía que la familia es la base fundamental de la sociedad. Este importante concepto se quedó grabado en mi memoria para siempre. Crecí creyendo en esa idea y hasta hoy mantengo que la buena formación de nuestros hijos en el hogar, determina indudablemente el éxito o fracaso de una nación.

Como docente y ser humano veo diariamente en nuestros salones de clases los dos polos de esta realidad. Por un lado puedo observar a un pequeño grupo de estudiantes con características muy hermosas e interesantes. Ellos son puntuales, respetuosos, atentos a sus clases, cordiales con sus compañeros y profesores, y con alto sentido de superación personal y académica. Estos jóvenes con semejantes habilidades y don de gente, al parecer son una especie en extinción. Ya casi no se ven en nuestras aulas.

Por otro lado, puedo observar a un gran número de jóvenes estudiantes con características muy complejas y aterradoras. Ellos son groseros, maleducados, irresponsables, altaneros, maliciosos, sin metas en la vida y presentan una actitud extremadamente irrespetuosa ante la figura de autoridad del personal docente. Este grupo va en veloz aumento.