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Rosa y sus cosas

El transcarretón del Diablo

Fotos tomadas de steemit.com

Los Valles del Tuy, 11/2/2023 Hoy vengo a contarles una historia que quizá muchos de los adultos contemporáneos que me leen la habrán contado y quién sabe si hasta lo han visto. Vayamos al grano, comenzaré mi relato contándoles que la primera vez que escuché la historia fue directamente de la boca de un compadre de mamá.


El mencionado señor, era el tipo de hombre que le gustaban las reuniones sociales hasta el amanecer; por lo que una madrugada que llegaba a su casa en Caracas, mientras estacionaba el carro, escuchó un gran estruendo y al voltear a ver que lo producía, vio una aparición que le hizo perder el sentido.

Al día siguiente su esposa lo encontró desmayado al lado del carro, al superar dicho beriberi, la mujer le preguntó si se había sentido mal y éste comenzó a contarle que al llegar había escuchado un ruido estruendoso y al mirar hacia la calle, vio una carreta hecha de huesos, tirada por un hombre cuyos ojos echaban fuego y encima de la carreta una mujer desnuda, blanca, de larga cabellera negra que le cubría la cara e iba arrodillada sobre una carga de cráneos. Si alguien fue feliz con esa aparición, fue la mujer del protagonista, ya que su esposo nunca más llegó entonado y mucho menos de madrugada.

Indagando un poco sobre los mitos y leyendas en Venezuela, conseguí que esta historia tiene su origen en la ciudad de Puerto Cabello, por allá por el año 1776, cuando la peste negra. Existía un carretero llamado Eustoquio, de origen zambo, quien era obligado por los españoles a llevar los cadáveres a las fosas y como era de esperarse, contrajo la peste.


Su cuerpo se comenzó a llenar de manchas negras y a pesar de dejar saber lo mal que se sentía, igual le obligaban a trabajar, por lo que un día, mientras arrojaba los cuerpos, cayó en la fosa. El zambo comenzó a pedir ayuda y el sargento español Germán Jiménez, ignorando los gritos del pobre carretero, le prendió fuego a la fosa.


Los militares empujaron carreta y caballos a la fosa y el negro, entre gritos, juró que no descansaría hasta llevárselo a él y a sus tropas.


Pasaron muchos años y una noche, mientras el comandante Jiménez custodiaba la fortaleza, se sintió un viento frío que dejó todo sumido en una total oscuridad y al fondo se escuchó el relinchar de un caballo y una carreta en llamas. El comandante reconoció al zambo y este le gritó: “Te vine a buscar, ahora sentirás el fuego del infierno en tu piel”, alzó al comandante y desapareció.


Se dice que el carretón se aparece a todo aquel que comete malas acciones y que está guiado por un cochero vestido de negro y con profundos ojos rojos.


El condenado carretón no solo inició en Puerto Cabello, sino que se recorre todas las ciudades de Venezuela y parte de Hispanoamérica, apareciendo de diferentes maneras según el lugar.


Por ejemplo, en México la leyenda reza: El “Carretero de la muerte” es el individuo que fallece en el último segundo del 31 de diciembre, teniendo la misión de recorrer el mundo en su carreta silenciosa, recogiendo las almas mes a mes, de todos aquellos que mueren durante el año.


En Bolivia, específicamente en la región de Santa Cruz, tiene su origen la creencia popular “el carretón de la otra vida”, el cual sale por las noches a buscar a las almas perdidas para llevárselas al infierno. Muchos aseguran haberlo visto luego de la medianoche, se trata del mismísimo diablo, y en lugar de madera el carretón está hecho de huesos humanos, y su cargamento está compuesto por cráneos de almas que vagan por las calles sin rumbo.

El chillido de sus ruedas se oía a kilómetros, provocando un espeluznante miedo al que le escuchaba. Por ello, en las noches de tormenta, los pobladores se encierran en sus casas y por temor nadie sale ni a la puerta para no toparse con este personaje.


En Guatemala se dice que cuando pasa “el carretón de la muerte”, es porque una persona está a punto de morir.


Definitivamente, el carretón se ha convertido en un transcarretón, porque no solo hace viajes internos, también a nivel mundial. Así que tenga su pasaporte preparado para cuando le toque viajar a la otra dimensión.

Rosalinda González

rosalinda2507@gmail.com

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