Jueves, 10/4/2025

Es una creencia común que, al dejar el hogar de nuestra infancia y abrazar la vida adulta, dejamos atrás los patrones familiares que nos han limitado. Sin embargo, una mirada honesta hacia nuestro interior revela cómo muchas de nuestras creencias y conductas aún resuenan con lo aprendido en la infancia, transmitido de generación en generación. A veces nos sorprende repetir ciclos que no elegimos conscientemente: el miedo a no tener suficiente, la dificultad para mostrar afecto, los silencios cargados, los secretos no hablados.

Sin embargo, la transmisión de estos patrones no es un destino ineludible. Es posible que tú seas el punto final de un ciclo y, a la vez, el comienzo de algo nuevo. Romper estos ciclos no significa traicionar a la familia; al contrario, es un acto profundo de amor: amor por ti mismo, por tus ancestros que no tuvieron las herramientas, y por las generaciones futuras. Es un proceso de tomar conciencia, soltar lo que no es tuyo y elegir con presencia quién deseas ser.