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Opinión
Lunes, 13/4/2024 Gratamente empalagado con los sublimes mensajes de amor y ternura, con motivo del Día de las Madres, que estremecieron los sentimientos, entre ellos la nostalgia, y preparado para recibir el Día del Padre; retomo el activismo político con una preocupación.
Se percibe un careo en el seno de la alianza de las organizaciones políticas que impulsaron inicialmente la candidatura de María Corina Machado, llegando a abrogarse el triunfo del 22 de octubre como suyos, solamente; obviando la iniciativa colectiva de la población que salió a votar sin necesidad de participar en partido político alguno.
Aunque el tema es clavo pasa'o, todavía persiste un empoderamiento de esta victoria en una buena porción de la dirigencia media de esta alianza, que libra una batalla contra quienes se sumaron después de estos resultados; dificultando un poco el logro de una integración monolítica para salir a buscar el voto, el voto real. Tal vez en algunas regiones del país no padezcan de esta anomalía, pero en Miranda sí es notable.
Nadie puede negar el liderazgo y conducción de este proceso de cambio en la figura de María Corina. Al contrario, es el motor de una campaña que dejó atrás el viejo estilo de la oferta engañosa del líder estrepitoso e incoherente, por el estilo frontal pero sincero, que salta el escenario tradicional para convertirlo en una campaña de corte espiritual. Eso es innegable.
Pero, en la percepción que se describe también se consiguen algunos atajos que podrían convocar a la confusión para el momento de votar. Es notable la resistencia a exhibir la figura del candidato Edmundo González, como figura única al momento de hacer la elección frente a las máquinas de votación; se insiste mucho en mantener la figura de María Corina en los pocos volantes que nos han proporcionado, pero, con mayor insistencia se ve en las redes sociales. Lo cual podría traer problemas.
Tomemos un escenario. El 28 de julio comienza, desde tempranas horas de la mañana, con un periplo para el elector que se inicia a 40 metros antes de entrar al Centro de Votación, donde se conseguirá con un cordón o mecate para controlar el paso al recinto, donde estarán uno o más funcionarios del Plan República con tremendo fusil en mano y cara de pocos amigos; lo cual es intimidatorio. Comienzan los nervios del elector a aflorar. Luego viene la fase de buscarse en el listado, donde también estará el uniforme de oliva y el fusil, con el pretexto de ayudar en la búsqueda; con el añadido de los activistas del régimen que también jugarán un papel depresión y amedrentamiento, tal como serán adiestrados. Aumentan los nervios.
Tal vez el descanso en la cola baje un poco la presión, pero aparece la ansiedad. Otro elemento psicológico. Cuando el elector logra pasar ante la “herradura electoral” para verificar los datos se justifica cierto temor, el cerebro comienza a emitir órdenes de recelo y desconfianza; se acelera el pulso y las palpitaciones del corazón llegan a la boca del estómago. El sistema nervioso actúa como mecanismo de defensa del organismo y se va preparando para el siguiente paso.
Estar frente a la máquina, solo, sin asistencia de quienes le vendieron “por quien votar” genera angustia. No es nada extraño, por mucha serenidad que se pueda aparentar, por mucha experiencia en otros procesos; que aparezcan los elementos de resistencia al modernismo electoral, ignorancia en el manejo de la máquina, la vigilancia acuciosa, temor, tembladera, etc.
Pero, al lograr dominar la situación, listo para hacer la escogencia; tampoco sería extraño que surja la pregunta ¿Dónde está María Corina, no la veo?
Claro, esto no le ocurrirá a todos; pero, una campaña distorsionada, tal vez movida por el amor omnímodo a quien debió ser la candidata; incluso, hasta el fanatismo; le restarán importancia a quien verdaderamente es el candidato presidencial, y que tiene su rostro en tres tarjetas que aparecen en la máquina.
De allí que, por iniciativa de un voluntariado, con elaboración artesanal de algunos volantes hemos tomado las calles de la ciudad donde activamos políticamente, para entregarle a los electores el rostro del candidato; al mismo tiempo que decimos: “Edmundo, el candidato de María Corina”.
Rafael González
rafagonrg@gmail.com