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Rosa y sus cosas

¡Del purgatorio al infierno! Crónica de un sobreviviente del transporte en Los Valles del Tuy

Martes, 8/11/2022 Durante los primeros cuatro años de vivir en Los Valles del Tuy estuve subiendo y bajando todos los días, Cúa – Caracas – Cúa, al cumplir los primeros 9 meses de estar en mi nueva residencia, tuve que salir de reposo porque mi organismo no se adaptaba al nuevo horario. Tenía que llegar a ejecutar los quehaceres de la casa y atender a las chicas, eso incluía cena y tareas. Generalmente, me acostaba a las 12:00 de la noche y me levantaba a las 3.30 de la madrugada para preparar los desayunos y almuerzos, y poder salir a la hora oportuna para llegar a tiempo al trabajo y mis hijas a sus actividades.


Siempre consideré que el transporte en Los Valles del Tuy me trató muy mal. Había una línea hacia Caracas de unos autobuses que le llamaban Los Ceminibuses (se extinguió con la llegada del ferrocarril), la misma cumplía con el costo legal del pasaje y también con el estudiantil, pero la cola era interminable, por lo que a veces me cambiaba a las camionetas, pero allí el pasaje era un poco más costoso y solo aceptaban 5 estudiantes. Jamás pagué estudiantil porque generalmente mis hijas eran la sexta y séptima estudiante, peleaba con el colector, pero nunca el pasajero tiene la razón, sería una gran mentira decir que algún día se pagó con ticket estudiantil en esa línea.

Luego, tenía que aguantar la interminable cola desde Tazón hasta la entrada de Santa Mónica, donde terminaba el embudo. Posteriormente, conseguí un vecino que trabajaba para una ruta en Caracas y me sacaba desde la urbanización hasta la capital, por las tardes -si tenía suerte- también bajaba con él, de verdad fue de gran alivio. Las tardes no eran de tanto estrés, así que no me importaba mucho, excepto cuando llovía que era terrible porque el transporte desaparecía. Finalmente, llegó el ferrocarril, una de las promesas de la constructora a quien le compré la casa.


¡Dios mío por fin!… ¡Qué gran alivio! Pero realmente no fue así, porque el usuario hizo del mismo un purgatorio. Primero el tiempo de espera en la estación del metro de El Valle, para abordar un tren hacia La Rinconada y posteriormente la matanza y los robos en la línea 3 del Metro, sin embargo, seguía siendo la forma más rápida y segura de llegar a casa.


Dentro de las instalaciones del ferrocarril nos ponían a hacer cola para ingresar a los trenes, pero la diversión era pasar por encima de las demás personas al momento de ingresar sin importar en qué o cuál era la condición, lo mismo pasaba en cada estación, pero la peor de todas era y sigue siendo la estación “Simón Bolívar”. Esta última se ha ideado cualquier cantidad de estrategias para evitar el bochinche, pero ninguna ha sido efectiva.


Recuerdo los múltiples llamados que hacían para que el público no forzara las puertas, otros pasaban de un andén a otro para ingresar por donde salen los pasajeros que llegan, hoy día siguen empujando hasta sin necesidad. Ahora que estoy jubilada y como reza el refrán “veo los toros de lejos”, siento preocupación y tristeza de ver como se ha ido deteriorando la calidad de vida a los usuarios del ferrocarril, el cual en su momento fue de gran alivio para todos los tuyeros de a pie.


Hace poco usé los servicios del ferrocarril para ir a Caracas y vi cualquier cantidad de vagones con las puertas rotas o sin ellas en el estacionamiento de Charallave Norte y recordé las muchas veces que vi cómo forzaban las puertas para entrar de primeros y agarrar puestos, sin pensar que iba en detrimento de la empresa y calidad de vida de quien lo usa a diario, ya que los tiempos de espera se alargan por falta de trenes y no solo eso, ya no es solo la tortura de la espera en el Metro y los retrasos, ahora también el servicio de trenes se unió al infierno que vive cada día el usuario, la incertidumbre de no saber cómo va a estar su ida y luego su regreso, todo esto sin contar que con lo barato del pasaje que no alcanza ni para pagar a los que limpian y el cual a veces tampoco se paga, no es suficiente para hacer el mantenimiento de las instalaciones y equipos.


Para concluir, usaré la frase de la campaña de concientización de “Somos del Tuy Radio”, entonces: - ¿De quién es la culpa? - ¿De usted por no cuidar o de la empresa por no ajustar los precios a la realidad y tener para poder ejecutar los mantenimientos necesarios?


“Por una mejor sociedad, seamos conscientes”


P.D. Luego de cualquier cantidad de atropellos y golpes en el Metro y ferrocarril, hoy día digo con orgullo, soy una sobreviviente del transporte de Los Valles del Tuy. Ahora en remisión.


Rosalinda González

rosalinda2507@gmail.com

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