Eso a lo que somos adictos nos “devuelve” a ese amor, valorización, reconocimiento y protección de mamá, que en algún momento tuvimos y perdimos, o que realmente nunca llegamos a tener. Por otra parte, la adicción intenta evitar el contacto con la emoción que está debajo del conflicto, y para protegernos crea una emoción que parece llenarnos pero que termina dependiendo exclusivamente de la sustancia o actividad a la que nos hemos hecho adictos.

Un caso es el de la dependencia a la cocaína, donde encontramos conflictos con la figura paterna y de introversión, es decir que presenta inclinación hacia su mundo interior, dada su dificultad para las relaciones sociales.

Con esta droga se busca lograr poder personal (interno) mediante una substancia (externa), estimularse y obtener “permiso” para realizar ciertas tareas, movimientos o acciones (recordemos que el padre es el encargado de dar los permisos). Seguramente, se ha tenido siempre miedo a interactuar socialmente, pero en contraposición se tienen muchos deseos de hacerlo, y no se sabe cómo.

Quizás esta persona consumidora de la droga siente que su padre lo agobia, lo aplasta, presiona, no lo protege o lo desvaloriza. Entonces “quiere reemplazarlo”.

Sepamos que las adicciones están relacionadas con lo no dicho. Y el no tener derecho o la capacidad de expresarse. (Continuará en la próxima entrega)

Rafael EN BIO

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