Pasaron algunos años y luego nos encontramos nuevamente. Esta vez en el salón de clases de un conocido liceo privado. El pasar de los años no borró de su rostro su auténtica y esplendorosa sonrisa. Al entrar al salón me encontré con la maravillosa noticia de que Emmanuel sería unos de mis estudiantes en ese nuevo año escolar. Él se veía tan alegre, con una extraordinaria alegría que se desbordaba por todo su ser.

Cada semana al entrar al aula de clases él ya estaba ahí, siempre puntual para cumplir con su cita con el fascinante mundo del inglés. Yo iniciaba mis clases y sus ojos brillantes y felices seguían paso a paso todo el desenlace de la clase respectiva. Cantábamos, jugábamos, reíamos y hasta algunos trabalenguas en inglés hacíamos sacando de nosotros carcajadas a montón. ¡Qué momentos tan felices! ¡Qué grandes lecciones de vida Emmanuel me regaló! ¡Qué gran honor!

Al escribir estas breves líneas, un nudo en mi garganta y lágrimas me acompañan. No es fácil despedir a un gran amigo. Hoy honro tu memoria y agradezco todas las lecciones que de ti recibí. Tú me enseñaste que ninguna limitación debe detenerme y que a pesar de las tormentas debo sonreír. Me quedo con tu alegría, con tu esperanza, con tu ejemplo y con tu profundo amor a Dios. Hasta pronto "mi querido amigo". ¡Nos vemos en el Reino celestial! ¡Te amo hermano!!

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Prof. Ángel Espinoza

angelalexander11@hotmail.com