Domingo, 14/4/2024 Al despuntar el alba en la cotidianidad de aquel caserío de Arenales ya Alberta tenía su fogón encendido sobre el cual yacía la perola destartalada con el delicioso guarapo mañanero cuyo agradable aroma se esparcía por todo el vecindario con la invisible velocidad de la brisa, el maíz estaba listo para moler y luego de amasar suavemente poder moldear con la paciencia misma del tiempo la deliciosa y añorada arepa pelada, solo a la espera de la blanca cuajada y el exquisito suero producto del ordeño madrugador de su compañero de vida Baudilio Ríos, ambos nacidos en aquellos viejos tiempos del Benemérito Juan Vicente Gómez.

Ahí, en esa pintoresca casa de un pueblo cualquiera, en un lugar cualquiera vivieron Alberta Olivares y Baudilio Ríos, ahí crecieron sus hijos y nietos ...en sus inclinadas paredes el barro aún muestra su débil rostro dejando aflorar las centenarias cañas que sostienen la trama elaborada por genuinos artesanos cuyas huellas quedaron marcadas para el recuerdo, aún la vieja casa está ahí, incólume, como los árboles, compartiendo con la lluvia y el sol, curtiéndose día a día de la sabia e inevitable historia.