En principio quedó muy oscuro el tema de las conversaciones en Noruega y en México. Por más que le demos a la mopa no hay una definición cristalina de estas charlas entre pares. 

Igualmente, la clase política nos metió en un corredor de dudas sobre el tema electoral; no hay definición del destino de las elecciones presidenciales, no sabemos si serán generales o parciales. Más allá, no se sabe si serán. Así mismo, en el campo opositor se han creado nubarrones sobre la participación, mientras que desde el Gobierno se insiste mucho en crear apatía y desconcierto en los ciudadanos.  

En esta estación del túnel nos encontramos con la deuda creciente que tienen ambos bandos con la sociedad. No es justo. 

La parada donde debemos pensar en la economía del país, los ingresos del hombre de a pie, y de la familia, nos muestra un cuadro contable en rojo, la deuda es mayor. Los trabajadores del sector público, los jubilados y pensionados vienen arrastrando la carga de la hiperinflación, esperando el aumento justo de sueldos; incluso, la política de control social a través de los bonos presidenciales que utiliza el Gobierno, sufrieron un desgarramiento que, todavía en las últimas horas para que se vaya el 22, no han cristalizado. No hay brillo, tampoco es justo. 

En el seno familiar también hay una parada marcada en rojo, las ofertas de la liberación de los presos políticos, brilla por su ausencia; mientras que la diáspora crece en el mundo. Muerte, hambre y abandono son los check que lucen en la pizarra, anunciando el sufrimiento de los venezolanos en todas las latitudes del planeta; esperando decisiones que tal vez nunca saldrán de esas conversaciones en el país azteca. 

Los problemas de las comunidades también afloran en el pensamiento cuando nos sentamos frente a la casa, o cuando vemos por la ventana que la calle está oscura, deambulan jóvenes y niños tragados por la indigencia; aguas negras brotando de la tierra por las averías del sistema; mientras que el agua potable que ha debido ser inodora, incolora e insípida; está podrida. No es justo. 

Y así, en el solaz de la tranquilidad, paseando la memoria por el túnel del año que se fue; aunque encontremos algunas paradas de felicidad, muy pocas, la vida sigue su curso; llegará otro año nuevo, los anhelos y esperanza harán los votos para brotar en las querencias de la familia venezolana, y quedará anotada en la pizarra la ilusión del desquite. 

¡Feliz Año Nuevo 2023! 

Rafael González

rafagonrg@gmail.com