A veces, nuestras navidades pueden verse empañadas de culpas innecesarias que a su vez pueden maquillarse al momento, sí; pero sigue retumbando en nuestra cabeza y corazón sino hacemos nada para terminar un año con paz mental.

Anécdota...

Soy de las personas que tiendo a analizar a las personas cuando hay un trato recurrente, e incluso hasta cuando no. Ahora bien, llevaba meses coincidiendo con la misma persona, hablábamos y reímos, yo diría que era la mejor relación que se podía tener (yo hasta me lo creí) y se sentía bien.

Bastó y sobró en que aquel ser empezó hablar mal de una y otras personas de forma despectiva delante de mí cuando en su momento le sirvieron bastante... partir de ese momento su desagradable actitud me llevó a tomar distancia porque si así hablaba de otros ¿qué quedaría para mí?.

Desde ese momento mi ley del hielo fue implacable, porque a veces suelo ser orgullosa y rencorosa pero de igual forma seguía llevando a cabo mi odio contra esa persona hasta que decidí ponerle fin al problema porque a fin de cuentas quien se hacía el daño era "yo".

Finalmente decidí subsanar (lo más lógico) y hacer de tripas corazón para estar bien conmigo. Ya después de cierto tiempo, el respeto y algo de distancia empiezan hacer su efecto liberador ¡Y qué peso me quité de encima!

Ese detox me lo debía en mi vida por muy humillado que se vea, pero me hace mejor persona y así avanzo.

Por último, quiero hacerles saber a través de mi experiencia que sí es fácil ofrecer disculpas, agachar la cabeza nunca está demás y que es bueno sanar desde el perdón para poder vivir en unión y celebrar como es una Navidad sin rencores y en unión familiar ¡Ahí está la magia!

Lic. Mary Gil, CNP 20.589

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