Viernes, 12/4/2024 El ser humano es altamente complejo en cada una de sus áreas. Somos una creación extraordinaria pero muy frágil a la vez. Nuestras fortalezas y debilidades salen a relucir ante cada situación que la cruda vida nos presenta. Somos seres que evolucionamos y crecemos con cada golpe despiadado que la existencia misma nos da. Así somos. Así vivimos. Así estamos diseñados.

En el diario transitar de nuestra efímera vida muchos experimentamos tormentas emocionales altamente dolorosas, las cuales, al parecer, amenazan nuestra paz y nuestra estabilidad social, espiritual, personal. Muchos llevamos en las profundidades de nuestra alma tormentas gigantescas que se van convirtiendo en una especie de "infierno dantesco", que va consumiendo como un cáncer terminal nuestra débil esperanza y va opacando con prisa violenta nuestra fe y resiliencia.

He de confesar que esos infiernos internos me quitan la paz, me roban la sonrisa, me desvía del camino hacia mis metas, me envenena la nobleza del alma y la convierte en torrentes de aguas putrefactas y pestilentes. Es un infierno que quema mi sonrisa, aniquila la alegría de vivir y decapita con crueldad demoníaca todo lo bello que el Padre creador ha depositado en mí. Todo eso lo he experimentado sin protestar, sin quejarme, sin pedir ninguna explicación.