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Jesucristo en Bluyin y Franela
Jueves, 31/8/2023 ¿Cuántas veces nos sentimos cabizbajos, tristes y hasta deprimidos por los llamados golpes que nos da la vida? En esas situaciones que consideramos adversas, es común lanzar al cielo, a Dios, al universo, como quiera que lo llamen, preguntas sobre el porqué nos ocurren ciertas cosas que pintan un panorama oscuro para quien lo padece.
En la vida, todo tiene un carácter pasajero. Partiendo de esa premisa, deberíamos asumir de igual forma que no existe alguien supremo que la tenga agarrada con nosotros, que nos quiere ver en el piso, destruidos, sufriendo. Con la simple sustitución de las preguntas que nos formulamos ante las circunstancias que experimentamos, podríamos observar cómo la sensación ante la misma cambia.
Cuando planteamos los escenarios en términos de por qué me pasa esto o aquello, nos colocamos en situación de víctimas, de seres indefensos a quienes la vida los maltrata, y que no tienen más opción que sufrir. Ante los eventos que le ocurren, este tipo de personas sienten o tienen la sensación de que eso es un castigo, que se lo merecen, que Dios no los ama, casi que es probable que le hayan quitado el tetero al Niño Jesús, y que por eso merecen sufrir y padecer lo peor.
Por otra parte, se sienten condenados a que le ocurran cosas negativas, no se dan el permiso de sentirse amados y creen que a lo que vinieron a este mundo fue a pasarla terrible. Pues no. Si eso es lo que creemos estaríamos negando de arranque que hay un Dios que nos ama. Sería una contradicción en sí mismo. Puede por supuesto que usted no crea en Dios o en una entidad suprema y que efectivamente no sienta que merezca nada bueno de la vida; sin embargo, ya eso es algo muy personal. Pero quedándonos en el aspecto propiamente terrenal, con el simple hecho de sustituir como decía al comienzo, la pregunta por qué por el para qué, tendríamos ante sí unas posibilidades de reacción diferente.
Veamos. Si en lugar de por qué, nos enfocamos en el para qué me ocurre esto o aquello, dejaríamos el rol de víctimas para colocarnos en el rol de aprendices. Personas que asumen que la vida es una escuela de formación, y que las experiencias que tenemos traen consigo una lección para crecer.
Cuando pensamos en términos de para qué me suceden tales eventos, y reflexionamos al respecto, dejamos de ser los típicos “pobrecito yo”, y nos convertimos en protagonistas de la historia, asumimos las acciones con responsabilidad, no tomamos nada personal, entendemos que por algo ocurren las cosas y que debemos buscar respuestas que nos permitan mejorar nuestro recorrido vital.
Particularmente no creo que vinimos a este mundo a sufrir, sino a aprender. Eso por supuesto no nos va a eximir de vivenciar experiencias desagradables, pero la actitud con la que afrontemos dichas situaciones hará posible que avancemos, que busquemos novedosas formar de atender aquello que se va presentando. Y es que, nada es bueno ni malo per se, sólo el tiempo puede dejar en claro si aquello representaba algo positivo o negativo; no obstante, tenga una u otra connotación, lo que no podemos permitir es que ante cada circunstancia no aprendamos algo que permita ser mejores y más felices seres humanos.
Lic. Humberto Luque M. CNP 10.348
humbertoluquemendoza@gmail.com
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